miércoles, 29 de julio de 2009

Exégesis de Efesios.

Exegesis de Efesios.

a. La carta de efesios, consta de 33 párrafos.

b. Los nombres que yo daría a estos capítulos son:

1. Saludo

2. Alabemos a Dios por su amor

3. Propósito para el cual Dios nos ha escogido

4. Oración por sabiduría

5. Por su amor ahora vivimos con Cristo

6. Unión del pueblo judío y gentil

7. El evangelio es para todos

8. La misma herencia a judíos y gentiles

9. Revelación de las riquezas en Cristo

10. Descripción del amor de Cristo

11. Gloria a Dios

12. Maneras de comportarnos

13. Los dones

14. ¿Cómo vivir en Cristo?

15. No más mentiras

16. El enojo: oportunidad para el diablo

17. Deja de robar y trabaja honradamente

18. No entristezcas al Espíritu Santo con tus palabras

19. Cosas que debemos desechar

20. Seamos ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios

21. No participes de inmundicia, ni impureza

22. ¿Cómo comportarse en Cristo?

23. Cuidemos nuestro comportamiento

24. Sometámonos a Cristo

25. Sujeción de la esposa al esposo

26. ¿Cómo debe amar el esposo a la esposa?

27. Primer mandamiento con promesa

28. El servicio a los jefes

29. El trato del jefe con el obrero

30. ¿Por qué usar la armadura?

31. Nuestra armadura

32. Objetivo de Tíquico

33. Despedida y bendición

c. Palabras más frecuentes de efesios:

Palabras clave de Efesios

Efesios

Totales

Referencias

toda referencia a Dios

33

1:1,2,3,17 - 2:4,8,10,12,16,19,22 - 3:2 ,7 , 9,10,19 - 4:6,13,18,24,30,32 - 5:1,2,5,6,20,21 - 6:6,11,13,17,23

en Cristo (en él, en el Señor)

45

1:1,3(2),4,10,11,12,13(2),15,17(2),18,20 - 2:1,5,6(2),7,10,13,21 - 3:4,6,11,12,17,21(2) - 4:1,15,17,21,32 - 5:2,5,8,20,24 - 6:1,9(2),10,20,21

el Espíritu (Santo)

15

1:13,17 - 2:2,18,22 - 3:5,16 - 4:3,4,23,30 - 5:9,18 - 6:17,18

rico (riquezas)

6

1:7,18 - 2:4,7 - 3:8,16

en los lugares celestiales (en las regiones celestes)

5

1:3,20 - 2:6 - 3:10 - 6:12

en otro tiempo

5

2:2,3,11,13 - 5:8

gracia

12

1:2,6,7 - 2:5,7,8 - 3:2,7,8 - 4:7,29 - 6:24

poder (potestad)

8

1:19(2),21 - 2:2 - 3:7,16,20 - 6:10

cuerpo (iglesia)

17

1:22,23 - 2:16 - 3:6,10,21 - 4:4,12,16 - 5:23(2),24,25,27,29,30,32

redención

3

1:7,14 - 4:30

andar

4

2:10 - 4:1,17 - 5:15

referencias al diablo (potestad, principado, autoridad, etc.)

7

1:21(4) - 2:2 - 4:27 - 6:11

d. Palabras claves de Efesios

1) Dones:

Transliteración de la palabra griega «Charis», que significa «don, regalo, gracia, favor, poder, oficio, misión».

Son dones que, procedentes de Cristo ascendido, Cabeza de la iglesia, son distribuidos por el Espíritu Santo. Todos los creyentes, habiendo recibido la unción del Espíritu (Ap. 1:6; 2 Cor. 1:21; 1 Jn. 2:20, 27), son receptores de el/los don/es del Espíritu (o dones espirituales), que son capacidades sobrenaturales concedidas a cada creyente, en vista del servicio y función que tienen dentro del cuerpo de Cristo (1 Cor. 12:7, 11).

Pablo da relación de un cierto número de estos dones: sabiduría, conocimiento (1 Cor. 12:8), fe, sanidades (1 Cor. 12:9), milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas e interpretación (1 Cor. 12:10).

En otro sentido, las personas son los dones a la iglesia (1 Cor. 12:28; cp. Ef. 4:8, 11, 12), y la palabra usada para denotarlos es «doma»; se trata entonces de apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (Ef. 4:11). Estos dones relacionados en Efesios tienen como propósito «perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios...» (Ef. 4:12, 13, etc.).

Es evidente que unos dones, como los apóstoles, ya no están entre nosotros; pero nos quedan sus enseñanzas en las Escrituras (cp. Hch. 20:32; 2 P. 13-15; 3:15-18). Lo que sí podemos tener por cierto es que, sean cuales fueren las tareas dadas, Dios dará la capacidad de cumplirlas.

Tenemos en las Escrituras cuatro listas de carismas o dones del Espíritu. Aunque muchos deducen de estos cuatro catálogos que no tenemos aquí la lista completa de carismas, es bueno recordar lo que dice el apóstol Pablo en 2 Ti. 3:16-17

2) Llamado:

Los términos gr. «kaleõ», «klêsis», «klêtos» tienen varias aplicaciones en la Escritura.

(a) La posición u ocupación habitual de una persona, como esclavo o libre: el cristiano es llamado a continuar en su llamamiento si puede hacerlo con Dios (1 Cor. 7:20-24).

(b) El «llamamiento» general o invitación del evangelio, en contraposición a aquellos que son «escogidos» (Mt. 20:16; 22:14, véase ELECCIÓN).

(c) El llamamiento a individuos por parte de Dios, cuando también les da la buena disposición a la obediencia, como en el caso de Abraham cuando fue llamado a dejar su patria y parentela (He. 11:8).

(d) En un sentido absoluto, de la salvación: «Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó» (Rom. 8:30; 11:29). Los santos son santos por llamamiento; los apóstoles fueron tales por llamamiento (Rom. 1:1, 7). El cristiano es llamado a usar diligencia para «hacer firme vuestra vocación y elección» (2 P. 1:10), no evidentemente en la mente de Dios, sino en la suya propia.

(e) Hay el «supremo» llamamiento y el llamamiento «santo» (Fil. 3:14; 2 Ti. 1:9; He. 3:1). El término «vocación» en Ef. 4:1 es la misma palabra, y está en el contexto de una exhortación a caminar de la manera que se corresponde con una posición en la que ya se está.

3) Cabeza:

Además del uso generalizado que tenía este término como «jefe», refiriéndose a los cabezas de familia y a los cabezas de tribus se usaba simbólicamente de gobierno y poder como cuando Dios declaró que la Simiente de la mujer heriría la «cabeza» de la serpiente (Gen. 3:15).

En el NT el término «kephalë» se emplea para denotar la posición relativa del hombre en la Naturaleza, y de Cristo y de Dios: la cabeza de la mujer es el varón; la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de Cristo es Dios (1 Cor. 11:3).

En otra relación, Cristo es el cabeza de la iglesia (Ef. 5:23; Col. 1:18); y Él es la cabeza de la iglesia por encima de todas las cosas (Ef. 1:22; Col. 2:10). Como cabeza de la iglesia, Cristo desplaza totalmente a cualquier otra autoridad controladora o directora. Así como la cabeza de un hombre conduce y controla su cuerpo, así Cristo tiene el control y la plena autoridad sobre Su iglesia.

En conexión con la autoridad, las instrucciones que ordenan a la mujer cubrirse la cabeza al estar en oración «no son debidas ni a las costumbres judías, que exigían que los hombres se cubrieran la cabeza (como sucede en la actualidad), ni a las costumbres griegas, por las cuales tanto hombres como mujeres iban descubiertos. Las instrucciones del apóstol eran "mandamientos del Señor" (1 Cor. 14:37), y eran para todas las iglesias (1 Cor. 14:33, 34)» (W. E. Vine, «Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento», Ed. Clíe, Vol. I, p. 352). (Véase ORACIÓN).

Es simplemente erróneo afirmar que en la Grecia antigua sólo las prostitutas salieran con la cabeza descubierta. La orden de Pablo está en marcado contraste con el hecho de que las mujeres del mundo grecorromano ofrecían sus sacrificios con la cabeza descubierta. No fue para mantenerse en armonía con las costumbres entonces corrientes que Pablo dio estos mandamientos, sino en franca oposición a los usos del medio pagano en que entonces, como ahora, se movía y se mueve la Iglesia de Dios.

En Apocalipsis 12:3 la «cabeza» simboliza una forma de poder o un reino; en 17:3, 9, las siete cabezas son siete montes sobre los que se sienta la mujer, representando a Roma, que comúnmente se menciona como «la ciudad de las siete colinas», la ciudad perseguidora del testimonio de Cristo, y del evangelio de la gracia de Dios.

4) Sacrificio:

Como término técnico religioso, «sacrificio» designa todo aquello que, habiendo sido dedicado a un objeto religioso, no puede ser reclamado. En la generalidad de los sacrificios ofrecidos a Dios bajo la Ley se supone en el ofrendante la consciencia de que la muerte, como juicio de Dios, estaba sobre él. Por ello, se había de dar muerte al sacrificio para que le fuera aceptado de parte de Dios. De hecho, el término «sacrificio» se usa en muchas ocasiones para denotar el acto de dar muerte.

El primer sacrificio mencionado en la Biblia de una manera expresa es el efectuado por Abel, aunque hay una indicación claramente implícita de la muerte de unas víctimas en el hecho de que Adán y Eva fueron vestidos por Dios con túnicas de pieles después del pecado de ellos (Gen. 4:4; cfr. 3:21). Es indudable que Dios dio instrucción al hombre acerca del hecho de que, siendo que la pena por la caída y por su propio pecado, es la muerte, sólo podría allegarse a Dios de una manera apropiada con la muerte de un sustituto limpio de ofensa; en las Escrituras se dice claramente que fue por la fe que Abel ofreció un sacrificio más excelente que el de Caín (He. 11:4). Dios tuvo que decir a Caín que si no hacía bien, el pecado, o una ofrenda por el pecado, estaba a la puerta (Gen. 4:7).

5) Fe:

(gr.:« pistis»).

Es una palabra relacionada con «creer»; desde luego, ambos conceptos no pueden estar separados.

En el AT aparece dos veces la palabra «fe» en sentido propio (Dt. 32:20; Hab. 2:4). Las palabras en heb. son «emun», «emunah»; pero «aman» se traduce frecuentemente como «creer». La primera vez que este verbo aparece en el AT es cuando se usa de Abraham: «Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia» (Gen. 15:6). En esto se apoya Pablo en Rom. 4, donde la fe del creyente le es contada por justicia, sacándose la conclusión de que si alguno cree en Aquel que resucitó a Jesús el Señor de entre los muertos, le será contado por justicia.

Esto puede recibir el nombre de «fe salvadora». Es la confianza en Dios puesta en Su palabra; es creer en una persona, como Abraham creyó a Dios. «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (Jn. 3:36). No hay virtud ni mérito en la fe misma; lo que hace es ligar al alma con el Dios infinito. La fe es ciertamente don de Dios (Ef. 2:8). La salvación es sobre el principio de la fe, en contraste con las obras bajo la ley (Rom. 10:9). Pero la fe se manifiesta por las buenas obras. Si alguien dice que tiene fe, es cosa razonable decirle: «muéstrame tu fe» por tus obras (Stg. 2:14-26). Si, por otra parte, la fe no da evidencia de sí misma, es descrita como «muerta», totalmente diferente de la fe verdadera y activa. Un mero asentimiento mental a lo que se afirma, como mero asunto factual, no es fe. Así, la fe engloba la creencia, pero llega más lejos que ella, dándose de una manera vital a su objeto. El hombre natural puede creer un cúmulo de verdades. «Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan» (Stg. 2:19). Pero el creer personalmente, con una involucración personal, esto es, la fe, da gozo y paz.

Hay también el poder y la acción de la fe en el camino del cristiano: «Por fe andamos, no por vista» (2 Cor. 5:7). Vemos esta fe exhibida en las vidas de los santos del AT, cantada en He. 11. El Señor tenía que reprender con frecuencia a sus discípulos por su carencia de fe en su andar diario. El creyente debiera tener fe en el Dios viviente con respecto a todos los detalles de su vida diaria.

6) Reino:

Se trata de la esfera en la que Dios reina, en la que Su voluntad es respetada y cumplida. De principio a fin de la Biblia se presenta el Reino de Dios en siete fases sucesivas. Creador del universo, Dios es asimismo su Rey glorioso (Sal. 10:16; 24:1-2, 9-10; 29:10; 47:7-8; 93:1; Dt. 16:14). Él es el Rey de las naciones, el Soberano del mundo entero. El paraíso era una teocracia donde Adán había sido llamado a dominar sobre los animales y a dominar la tierra, en estrecha dependencia de Dios (Gen. 1:28; 2:15-17). Por el pecado, el hombre se apartó voluntariamente de su sometimiento al Señor, poniéndose bajo el imperio del diablo. Es por usurpación que Satanás vino a ser el príncipe de este mundo, llegando a poseer todos sus reinos y la gloria de ellos (cfr. Lc. 4:5-6). Desde aquel momento, toda la obra de Dios a través de la historia tiende a la restauración del reino perdido, y a la vindicación de Su justicia, sobre bases perfectas e inamovibles

7) Gloria:

La gloria de Dios es el resplandor que emana de su persona, el aura cegadora de todas sus perfecciones. Esta gloria, comparable a un fuego devorador (Éx. 24:17), anonada, abate e inspira temor, respeto y adoración; el hombre no puede ver la gloria real de Dios y seguir vivo (Éx. 33:18, 20, 22). Así, todos aquellos que han tenido un encuentro con el Señor reciben algo de ella.

8) Obediencia:

La obediencia a Dios es uno de los deberes supremos de los hombres (Hch. 4:17), porque Él es el Hacedor (Hch. 5:29; Sal. 95:6), y los hombres dependen de su bondad (Sal. 145; Hch. 14:17) y están sujetos a Su ley (Sal. 119). La obediencia a Dios-Cristo es debida también porque Él nos ha redimido con Su sangre (1 Cor. 6:20).

La obediencia a Dios debe hacerse de corazón (1 Jn. 5:2-7), en todas las cosas y en todo lugar (Rom. 2:7; Gá. 6:9). La obediencia también se debe a los padres, y en este sentido se llama obediencia filial (Éx. 20:12; Ef. 6:1; Col. 3:20).

Los cristianos prestan obediencia a los mandatarios y a las leyes (Rom. 13:1-5; Ti. 3:1) por causa de la conciencia.

9) Riqueza:

En la Biblia, las riquezas son una bendición, y un bien confiado por Dios al hombre (Dt. 19:18; 1 5. 2:17; 1 Cr. 29:12; Ec. 5:19); Abraham era «riquísimo» (Gen. 13:2); sin embargo, el hombre es considerado como administrador, no dueño de ellas. De esta manera el Señor, como dueño de todo (cfr. Sal. 24:1) da instrucciones a los que tienen para que den liberalmente a los necesitados (Dt. 15:7-11; cfr. Dt. 15:1-6; 15:12-18).

En las Escrituras se denuncia el peligro del perverso corazón humano de confiarse en las riquezas, en vez de fiarse de Dios (Jer. 9:23-24). El poseedor de riquezas puede ensoberbecerse por ello (Pr. 18:23; 28:11), hasta el punto que el Señor Jesús señala la dificultad de la salvación de los ricos (Mt. 19:23, 24; Mr. 10:25; Lc. 18:25; cfr. 18:18-23). Denuncia el inmenso peligro de caer en la esclavitud de las riquezas (Mt. 6:24; cfr. Ec. 4:8; 5:12). Refiriéndose a los creyentes ricos, el apóstol Pablo da la instrucción a Timoteo: «A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, que son inciertas, sino en el Dios vivo... Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos...» (1 Ti. 6:18, 19). El Señor Jesús es puesto como ejemplo: «Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico» (2 Cor. 8:9). No se condena en absoluto la posesión de las riquezas, pero sí el mal uso de ellas, como de cualquier otro don que el Señor haya otorgado al creyente. También se condena su mala adquisición, por avaricia (Pr. 28:22); engaño (Jer. 5:27); rapiña (Mi. 6:12); opresión (Stg. 2:6); impago de los salarios debidos (Stg. 5:1-4), junto con un dominio violento de la sociedad (Stg. 5:5-6).

En un nivel trascendental, Dios hace partícipe al creyente de Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil. 4:19). En Cristo, Dios nos ha dado a conocer las riquezas de Su gracia (Ef. 1:7), de Su benignidad (Rom. 2:4), de Su gloria (Rom. 9:23), de Su sabiduría y conocimiento (Rom. 11:33), y de pleno entendimiento (Col. 2:2).

La iglesia profesante, vendida al mundo y envanecida por sus pretendidos logros, poder y riquezas, es denunciada por el Señor Jesús como absolutamente miserable, andando en total desventura, pobreza, ceguera y desnudez. Estas terribles carencias sólo pueden ser suplidas con las riquezas de Cristo, y Su provisión (Ap. 3:14-18). En este pasaje el Señor, que aconseja el reconocimiento de esta necesidad y la aceptación del don que Él ofrece, hace un conmovedor llamamiento al arrepentimiento, «para que seas rico» (Ap. 3:19-22). Este Salvador que quiere enriquecer con las verdaderas riquezas al que confía en Él (cfr. Mt. 6:19-21) es «digno de tomar... las riquezas...» (Ap. 5:12).

10) Redención:

El término redención significa «liberado, devuelto mediante el pago de un rescate». Dios, habiendo pasado juicio sobre los primogénitos de los egipcios, reclamó los primogénitos de los israelitas para Su servicio (Éx. 13:2). Después del episodio del becerro de oro, Dios eligió a los levitas en lugar de a los primogénitos (Nm. 3:5-8, 12, 44-51; cfr. Éx. 32:26-29). Los primogénitos de más que no podían ser sustituidos por los levitas fueron rescatados por precio; así quedaron libres (Dt. 3:46-51). De la misma manera, se podía redimir la tierra enajenada o a alguien que se hubiera vendido por deudas (Lv. 25:23, 24, 47, 54; véase GOEL). Los israelitas fueron redimidos de Egipto por el gran poder de Dios (Éx. 15:3; véanse PASCUA, ÉXODO). De ahí, el tema pasa a la redención del alma o de la vida, perdida a causa del pecado. El hombre no puede dar a Dios rescate por su hermano: porque la redención del alma es de gran precio, y no se logrará jamás: esto es, se tiene que abandonar toda esperanza de dar uno mismo el rescate. El precio es imposiblemente alto para el hombre (cfr. Sal. 49:7-8).

En el NT hay dos términos que se traducen «redención»:

(a) «lutrosis», y sus derivados, «apolutrosis» y el verbo «Iutroõ», «desatamiento, liberación, desatar», indicándose la liberación mediante el pago de un rescate, redención, redimir.

(b) «Exagorazõ», «comprar en un mercado». Cristo ha redimido a los creyentes de la maldición de la Ley (Gá. 3:13; 4:5). Los cristianos son exhortados a que rediman el tiempo, esto es, a que compren o se aseguren cada oportunidad que les sea posible (Ef. 5:16; Col. 4:5). Un término relacionado con éste, «agorazõ», se traduce «comprar» en todos los pasajes de la versión Reina-Valera, a excepción de en 2 P. 2:1, «rescató»; Ap. 5:9, «redimido» (y Ap. 14:3, 4 en la revisión 1960, «redimido»). En realidad, debiera traducirse con el verbo «comprar». La diferencia de concepto se aprecia mejor en pasajes como el de 2 P. 2:1, donde no se puede decir «redimido», porque los mencionados son los que niegan los derechos de Cristo, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina, aunque sí habían sido «comprados». Cristo compró todo, pero sólo los creyentes son «redimidos». Los cristianos hablan, en ocasiones, de la «redención de alcance universal» sin realmente significar este concepto, no distinguiendo apropiadamente entre «comprar» y «redimir». En Ef. 1:14 se hallan ambos conceptos: «la redención de la posesión adquirida».

«Redención» se usa en ocasiones en el sentido del derecho o título a redimir (Sal. 130:7; Rom. 3:24); este derecho Dios lo ha adquirido con toda justicia en Cristo, y en virtud de él se presenta al hombre como Aquel que justifica. Así, Dios se aseguró la redención antes de que el hombre entrara en su esfera. Los creyentes disfrutan ahora de ella por la fe, en el sentido del perdón de los pecados, en Cristo, donde se halla la posición del creyente (Ef. 1:7). Así, el creyente es puesto en Cristo, en quien tiene redención por Su sangre. Como resultado de ello, la redención se extiende al cuerpo (Rom. 8:23; Ef. 4:30) y a la misma creación (cfr. Ef. 8:19-21 ss.). En su aplicación, el término redención denota el poder en el cual es hecha efectiva, así como la base o condición sobre la que se basa.

e. Bosquejo de Efesios.

BOSQUEJO DE EFESIOS

Saludos (1:1-2)

El propósito divino: la gloria y la autoridad de Cristo (1:3-14)

Oración para que los cristianos se percaten del propósito y el poder de Dios (1:15-23)

Pasos hacia el cumplimiento del propósito de Dios

(caps.2-3)

La salvación de los individuos por la gracia (2:1-10)

La reconciliación de judíos y gentiles mediante la cruz (2:11-18)

La unión de Judíos y gentiles en una misma familia (2:19-22)

La revelación de la sabiduría de Dios por medio de la iglesia (3:1-13)

Oración por una experiencias más profunda de la plenitud de Dios (3:14-21)

Maneras prácticas de cumplir el propósito de Dios en la iglesia

(4:1-6:20)

La unidad (4:1-6)

La madurez (4:7-16)

La renovación de la vida personal (4:17-5:20)

La diferencia de las relaciones personales (5:21-6:9)

Principio (5:21)

Esposo y esposa (5:22-33)

Hijos y padres (6:1-4)

Esclavos y amos (6:5-9)

Fortaleza en el conflicto espiritual (6:10-20)

Conclusión, saludos finales y bendición (6:21-24)

f. Tema principal de Efesios:

Existía una división en Efesios entre judíos y Gentiles, los judíos querían imponer a los Gentiles el cumplimiento de la ley para la salvación. Y no estaban entendiendo que esta idea ya no existía más en Jesucristo.

g. Temas secundarios de Efesios:

a. La forma correcta de vivir en familia en Cristo

b. La vida en Cristo

c. ¿Cómo y con quién luchar con nuestra armadura?

h. Contexto histórico de Efesios:

Éfeso, la cuarta ciudad del imperio romano, era la sede del culto a la diosa Artemisa, conocida entre los romanos como Diana. De todas las deidades asiáticas, ninguna tenía más devotos que Artemisa. Ya en los días de Pablo, Éfeso había perdido su hegemonía como centro comercial debido a que su puerto dejo de ser navegable. De ahí que la supervivencia económica de la ciudad pasara a girar en torno al culto a Artemisa. Muchos habitantes de la ciudad se enriquecieron debido al comercio que tenía que ver con Artemisa entre los turistas y lo peregrinos. Los plateros se ganaban la vida vendiendo imágenes de esa diosa y de su templo. Los mesoneros obtenían exorbitantes ganancias del incesante flujo de adoradores que recorrían grandes distancias para visitar el templo de Artemisa, que era una de las siete maravillas del mundo. La tesorería del templo llego a hacer las veces de banco, y a muchos, incluso a reyes, les prestaba enormes sumas de dinero. Y como Artemisa era la patrona del sexo, en el burdel de dos pisos de la Vía Marmórea las prostitutas se vendían sin que nadie las juzgara por eso. Aunque Artemisa era la atracción principal, también se conjuraba y documentaba toda clase de magia y de hechicerías. Con el tiempo tal documentación llego a conocerse como Efesia grammata.

Fue dentro de ese marco histórico que Dios envío a Pablo a vivir en Éfeso y llamo para sí mismo una iglesia, una luz que iluminara las tinieblas ocultistas de aquella ciudad. Este breve vistazo al marco histórico y cultural de la Epístola a los Efesios le ayudara a entender las razones de Pablo para escribir esta carta a la iglesia de Éfeso. Su mensaje es tan necesario hoy como lo era en los años 60 a 62 d.C., cuando Pablo la escribió desde su prisión en Roma.

Éfeso

Éfeso (griego Ephesos Έφεσος, turco: Efes, latín Ephesus) fue en la antigüedad una localidad del Asia Menor, en la actual Turquía. Fue una de las doce ciudades jónicas ubicadas sobre el mar Egeo, situada entre el extremo norte de Panayr Dağ (el antiguo monte Pion) y la desembocadura del río Caístro y tenía un puerto llamado Panormo. Al este se hallaban, la colina de Ayasoluk, con el valle a sus pies, y la población actual de Selçuk, cerca del mar, el monte Pion y el monte Coreso (actual Bulbul Dagh), a cuyos pies se hallaba la ciudad antigua.

Fue un importante centro religioso, cultural y comercial. Actualmente sus ruinas constituyen una atracción turística importante.

El nombre de la ciudad

Esteban de Bizancio menciona el mito de que se llamó Esmirna, nombre tomado de una amazona. Otros nombres que se le dieron fueron Samorna, Trecheia, Ortigia y Ptelea.

Población

Parte del trazado original de esta famosa ciudad de la antigüedad está ocupado por la pequeña villa de Ayasaluk, cuyo nombre se cree que es la corrupción del griego hagios theologos, es decir "el santo teólogo".

Gentilicio: efesio -a.

Economía

La actividad económica de Éfeso se centra fundamentalmente en el turismo que atraen las notables ruinas greco-romanas de la ciudad antigua, y los restos paleocristianos y bizantinos, que atraen igualmente a muchos peregrinos, al ser Éfeso la ciudad en la que ocurrió la asunción de la virgen María. Si bien en la antigüedad clásica Éfeso fue una importante ciudad portuaria, desde el siglo V en adelante el mar sufrió, por procesos de sedimentación y erosión, un fuerte retroceso que la han alejado de la actual línea de costa, por lo que su puerto fue abandonado hace mucho.

Historia

Se ha identificado a Éfeso como la ciudad de Apasa o Abasa, mencionada por los hititas como la capital del reino de Arzawa. También se ha encontrado cerámica micénica.

La fundación de la Éfeso griega en el siglo XI a. C. se debe a colonos atenienses liderados por el hijo del rey Codros, de nombre Androclo, aunque una leyenda se la atribuye a las Amazonas.

Ferécides dice que la región de Éfeso y Mícala, fue habitada por los léleges (los carios ocupaban el resto de Jonia) y fueron expulsados por los jonios dirigidos por Androclo.

El rey Creso hizo la guerra a los jonios y asedió la ciudad, que seguramente ambicionaba como puerto de Sardes. Los asediados dedicaron sus oraciones a Artemisa y construyeron un templo. La ciudad fue regida por una monarquía.

La primera noticia cierta que se tiene de la ciudad es una guerra con los magnesios (los habitantes de Magnesia).

Los cimerios invadieron el Asia Menor en el reinado del rey de Lidia Ardis. subieron por el valle del Caistro y llegaron a Éfeso, pero nada más se sabe los daños que les causó. En estos ataques fue destruida Magnesia. Después de eso, Éfeso cayó bajo dominio de Lidia y después de Persia al final del siglo VI a. C.

En 499 a. C., cuando los atenienses y los eretrios juntamente con los jonios marcharon contra Sardes, desembarcaron en Éfeso y dejaron los barcos a Coresos. Gente de la ciudad les guiaron por el valle del Caistro hasta las montañas Tmolos. Sardes fue incendiada y se retiraron, pero fueron perseguidos hasta Éfeso y les derrotaron en un combate naval enfrente de Mileto. Los atenienses se retiraron a Mícala y fueron de noche a Éfeso cuando se estaba celebrando la fiesta de las Tesmoforias y los ciudadanos, que desconocían lo que había pasado, les atacaron pensando que eran ladrones, y mataron a unos cuantos. Por estos hechos se sabe que Éfeso no tenía barcos de guerra, y por tanto se supone que no participaba en la revuelta jónica, pese a que simpatizaban con ella. Jerjes I incendió algunos templos, pero al de Éfeso no le pasó nada.

Tucídides la consideraba una especie de ciudad sagrada.

Casi al final de la guerra del Peloponeso, el comandante ateniense Trasilo, que hacía una expedición de saqueo, desembarcó en Éfeso; el sátrapa persa Tisafernes hizo una llamada a todo el país y pudo evitar el saqueo de la ciudad derrotando a los atenienses.

Lisandro, el jefe de la flota espartana, entró en Éfeso en 407 a. C. con objeto de entrevistarse con Ciro en Sardes. Mientras esperaba, el ateniense Antíoco, que estaba en la batalla de Notio como comandante de Alcibíades, se enfrentó con él, pero el espartano obtuvo la victoria.

Después de la batalla de Egospótamos, los efesios dedicaron una estatua a Lisandro (y otros espartanos menos conocidos) en el templo de Artemisa. Pero después de la victoria de Conón en batalla de Cnidos fueron sustituidas por estatuas de Conón y Timoteo.

Permaneció en manos de los persas hasta la época de Alejandro Magno al que acogió como liberador.

Lisímaco de Tracia construyó las murallas cerca de la ciudad en un nuevo emplazamiento más favorable, a 2 km al este del templo de Artemisa en el 289-288 a. C., según decreto de Mileto y como los ciudadanos no querían cambiar sus emplazamientos hacia el lugar de las murallas, inundó la ciudad cerrando las salidas del agua un día de mucha lluvia, y así la ciudad vieja fue arrasada. La historia la explica Esteban de Bizancio, pero Estrabón simplemente dice que la ciudad desapareció un día de una gran tormenta que hizo crecer el río. Esteban de Bizancio se basa en un poema de Duris de Elea, del que no se sabe más que vivió en el siglo IV a. C. La construcción de la nueva ciudad y destrucción de la vieja fue en 322 a. C. A la nueva ciudad fueron llevados también ciudadanos de Colofón y Lebedos.

Después de Lísimaco, Éfeso no tardó en caer bajo la protección de Pérgamo. Un conflicto enfrentó al rey Atalo I con Roma con motivo de la asignación al templo de Artemisa de los lagos llamados Selinusia, en la desembocadura del Caistro. Los publicanos romanos los consideraban sujetos a impuesto y el rey insistía en que eran para el templo. Como los publicanos tomaron las riendas, se envió al geógrafo Artemidoro de Éfeso como delegado en Roma, y fueron reconocidos del templo y a Artemidoro se le erigió una estatua de oro en el templo.

Antíoco III el Grande, durante su guerra con los romanos pasó el invierno en Éfeso. La flota seléucida se enfrentó a la romana y de Pérgamo a Coricos y el almirante seléucida Polixénides fue derrotado y se retiró y después de la batalla de Magnesia del Sipilos fue ocupada por los romanos. Lucio Cornelio Escipión distribuyó sus tropas para pasar un tercio del invierno en Magnesia, otro en Tralles y el tercero en Éfeso. Después de la guerra los romanos dieron la ciudad a Atalo I de Pérgamo (188 a. C.), así como otras ciudades y comarcas.

En 133 a. C., Atalo murió y dejó sus dominios a Roma, pero Aristónico, hijo del rey Eumenes II de Pérgamo y de una mujer de Éfeso, se rebeló y quiso ocupar el reino. Éfeso el hizo frente y le derrotó en la batalla naval de Cime. Se creó la provincia de Asia de la que Éfeso fue la capital y residencia del gobernador, y también fue cabecera de un convento jurídico. El distrito comprendía "Cesarientes et Augustas Cilbiani inferiores et superiores, Mysomacedones, Mastaurenses, Briullitae, Hypaepeni, Dioshieritae" (Plinio el Viejo).

Cuando Mitridates invadió Jonia fue bien recibido en Éfeso y se tiraron las estatuas de los romanos. Mitrídates ordenó la masacre general de los romanos, y los efesios no respetaron a los que pidieron asilo en la ciudad y les mataron. Mitrídates visitó la región y se casó con Monime, la hija de Filopemen y de Estratonice de Caria, y nombró a éste como gobernador de Éfeso.

Pronto los efesios se rebelaron y mataron al general póntico Zenobio, el mismo que había deportado a la gente de Quíos. Sila, después de derrotar a Mitrídates, castigó a Éfeso a la que impuso una dura contribución.

Éfeso después de eso ya no tuvo autonomía real. Era un puerto de los romanos. Después de Farsalia, Metelo Escipión, que estaba en Éfeso, quiso va voler el dinero del templo, pero fue llamado por Pompeyo para unirse a él en el Epiro.

Después de la derrota de Bruto y Casio en Filipos, Marco Antonio visitó Éfeso e hizo sacrificios a la diosa y perdonó a los partidarios de los derrotados que se habían refugiado en el templo (todos menos dos) y exigió a los efesios el tributo de 10 años en un solo año (Éfeso había dado en dos años los tributos de 10 años a Bruto y Casio). Los efesios pidieron perdón y explicaron que habían estado obligados a dar los tributos y ya no les quedaba nada y entonces Antonio aceptó los impuestos de 9 años a pagar en dos años.

En Éfeso, en un santuario del templo de Diana, Marco Antonio capturó a los hermanos de Cleopatra y los hizo matar, según Dión Casio, pero Apiano dice que fue Arsinoe, la hermana de Cleopatra y que el hecho pasó en el templo de Artemisa Leucofrina en Mileto, y que Arsinoe había sido allí recibida como reina por el gran sacerdote local Megabizo, cosa que después Marco Antoni lo reprochó.

Antes de la batalla de Actium la flota de Marco Antonio y Cleopatra estaba en Éfeso, donde llegó con la reina. Después de la batalla (31 a. C.), Éfeso, por sugerencia de Octavio Augusto, dedicó estatuas a Julio César.

La ciudad bajo el Imperio Romano

Durante el Imperio Romano la ciudad prosperó. Cuando la visitó Estrabón su riqueza se basaba en el comercio y toda la región hasta Capadocia estaba llena de caminos (vías) que facilitaban el intercambio comercial. Dice que había un senado dirigido por los epítetos que gobernaba la ciudad, senado que había sido instituido por Lisímaco. La ciudad tenía un grammateus, funcionario común a todas las ciudades griegas, y un arconte que cuidaba del registro de títulos.

Tiberio quiso eliminar el derecho de asilo del templo a lo que los efesios se opusieron diciendo que había sido aceptado por persas, macedonios y romanos hasta entonces; el asilo se utilizaba normalmente por delincuentes. El puerto se arregló en tiempos de Nerón, por obra del gobernador de Asia, Barea Soranus.

En 262 D. C., la ciudad y el templo fueron asolados por los godos. El templo quedó destruido y ya no se reconstruyó. Desde entonces perdió importancia.

San Pablo y los efesios

San Pablo visitó Éfeso. Una iglesia cristiana se estableció cerca de la ciudad. San Pablo escribe una Epístola a los efesios que, como todas sus otras epístolas (Romanos, Corintios I y II, Gálatas, Filipenses, Colosenses, Tito I y II, Tesalonicenses I y II, Timoteo, Filemón y Hebreos) forma parte del Nuevo Testamento.

San Pablo --Pablo de Tarso-- permaneció más de dos años en Éfeso a partir del 54. Más tarde, también en Éfeso sufriría cautiverio (hacia el año 57). Algunos opinan que podría tratarse más tarde, aunque no después del 63. Se cree que en esa época escribió su Carta a los Filipenses. Además de la epístola de Pablo a los efesios, Ignacio de Antioquía también tiene la suya propia en el siglo II.

Los últimos siglos

Juan el Apóstol, se trasladó a Éfeso hacia el año 62. Con la persecución de Domiciano, Juan es desterrado y sólo bajo el imperio de Nerva pudo volver a Éfeso donde falleció pocos años después a edad muy avanzada. En el Apocalipsis se cita a Éfeso como la "ciudad que ha perdido su primer amor"

El 22 de junio de 431 se inició el tercer Concilio Ecuménico (Concilio de Éfeso) convocado por el Papa San Celestino I e impulsado por Cirilo de Alejandría para combatir el nestorianismo.

Durante los siglos VII y VIII, Éfeso estuvo permanentemente hostigada por los árabes. En el siglo XI fueron los turcos selyúcidas. Acabó desapareciendo en el siglo XIII o con la llegada de Tamerlán (1400). Tamerlán acampó allí y la menciona como Ayazlic.

En Éfeso se encuentra actualmente, la biblioteca más antigua del mundo. También se dice que es la primera ciudad del mundo.

Cultura

  • Se hablaba el dialecto jónico del griego clásico.

i. Marco Literario de Efesios:

EFESIOS - Autor

La paternidad literaria paulina de la epístola no fue puesta en duda durante siglos; pero a partir del siglo XIX muchos eruditos llegaron a la conclusión de que la epístola no era paulina, o que cuando mucho lo era sólo parcialmente. Se sugería que se trataba nada más que de una paráfrasis de la Epístola a los Colosenses, y que ciertas expresiones indicaban que el autor nunca había estado en Éfeso (Efesios 3: 2-3; 4: 21). Se destacaba el hecho de la ausencia de saludos personales para los miembros de la iglesia de Éfeso, donde Pablo había trabajado durante unos tres años (Hechos 20: 31). Se afirmaba que el estilo, sentido y propósito de la epístola no eran paulinos, y hasta se sugería que ningún hombre encarcelado podría haber escrito una carta tan animadora.


Desde el mismo comienzo del proceso de separación de los libros apócrifos de los genuinos, la Epístola a los Efesios fue colocada en el canon del Nuevo Testamento. Existe una abrumadora evidencia externa que confirma el derecho a esa afirmación. Tal posición fue evidentemente conocida por Clemente Romano (c. 90 d. C.), y fue confirmada por el testimonio de Ignacio y Policarpo a comienzos del siglo II. Pablo es mencionado por nombre como el autor de la epístola en el Fragmento Muratoriano, y más tarde por Ireneo (c. 185 d. C.), Clemente de Alejandría (c. 190 -195 d. C.), Tertuliano (c. 207 d. C.), y muchos otros escritores antiguos. En este estudio consideramos al apóstol Pablo como el autor de la epístola.

Propósito

Las frecuentes alusiones que en otras epístolas hace el apóstol a Éfeso o a personas relacionadas con esta ciudad, revelan que lo unían estrechos lazos de trabajo y afecto con la comunidad cristiana allí establecida (cf. 1 Co 15.32; 16.8; 1 Ti 1.3; 2 Ti 1.18; 4.12). Sin embargo, en la presente epístola se advierte una casi total ausencia tanto de nombres propios (por excepción, en 6.21 se cita a Tíquico) como de los saludos personales que son habituales en los escritos paulinos. Por esta razón se piensa que se trata más bien de una especie de carta circular dirigida a diversas congregaciones.

El pensamiento en torno al cual se estructura la Epístola a los Efesios es la unidad de la iglesia y de toda la creación bajo el gobierno de Cristo resucitado (1.20–22a), en quien se han de «reunir todas las cosas... en el cumplimiento de los tiempos establecidos» (1.9–10). Este es el propósito de Dios, mantenido en el secreto de su sabiduría (3.10), el cual ahora ha de ser revelado universalmente por medio de la iglesia (3.10–11).

Destinatario.

La gran mayoría de los manuscritos griegos hacen constar que Pablo dirigió Efesios a ¨los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efesos¨.

Existe una teoría que dice que esta carta fue escrita para varias iglesias de Asia, pero que la original era para el pueblo de Éfeso, esto se refuerza el ver que Pablo en los saludos únicamente menciona a Tiquicio y si esta carta hubiera sido exclusiva a Éfeso, hubiera nombrado más personas en el saludo.

Problemas que motivaron la carta.

Esta carta ha sido llamada la corona de los escritos de Pablo. Aunque escrita en forma de carta, es realmente un discurso con la siguiente verdad: Cristo es el centro de todas las cosas y la iglesia está unida con Él. El misterio de las edades encuentra su explicación en Cristo.

Habiendo dos peligros que amenazaban a la iglesia de Éfeso:

1) Una tentación de sumergir las verdades cristianas en las normas paganas.

2) Una falta de unidad entre judíos y gentiles.

Para contrarrestar el primer peligro, Pablo expone la santidad del llamamiento cristiano, en contraste con la antigua condición de ellos como paganos. Para evitar el segundo, presenta al Señor Jesús haciendo la paz entre los judíos y el gentil por la sangre de Cristo y haciendo de los dos un nuevo cuerpo.

Evidentemente fue escrita estando Pablo preso. El se llama a sí mismo “prisionero de Cristo Jesús” (3:1); “preso en el Señor” que les ruega… (4:1); en su famosa frase es un “embajador en cadenas” (6:20). Pablo estaba preso y muy cerca su fin cuando escribió Efesios tiene a todas luces una relación estrecha e intima con los colosense.



Jorge Madrigal Q.

911 Salvación,

Rescatando almas para Cristo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias,es una información muy buena,espero que el Señor continúe bendiciéndole y utilizándole para edificación de otros,ya que no todos contamos con suficientes recursos mas que todo exegéticos que nos permitan predicar de manera mas ajustada al texto.su hno. en Cristo Jorge A. Vallecillo,vivo en el puerto de Tela,Honduras.