jueves, 30 de julio de 2009

La Septuaginta

Septuaginta

Columna en caracteres unciales de los textos de Esdras, tal como se les lee en la Biblia Septuaginta.

La antigua Biblia judía griega alejandrina, mejor conocida como la Biblia de los LXX (70), o Septuaginta, representa la más antigua e importante entre las colecciones de textos y escritos sagrados judíos, bastante más antigua que la Tanach judía palestinense, conjuntamente con la cuál constituye la fuente para el Antiguo Testamento de las Biblias cristianas.



Etimología

El nombre de LXX, o Septuaginta, se debe a que solía redondearse a 70 el número total de sus 72 presuntos traductores. La carta de Aristeas proponía como un presunto hecho histórico la idea de que 72 sabios judíos alejandrinos se pusieron de acuerdo para trabajar aisladamente en la formación de un compendio de textos sagrados del pueblo judío. Aunque, en general, se trataba de textos vertidos de lenguas semíticas, (hebreo y arameo), se piensa que al menos algunos de estos textos habrían sido redactados de forma originaria en lengua griega. Aristeas proponía que la comparación del trabajo de todos, reveló que el trabajo de todos los sabios había coincidido de forma sorprendentemente convincente. Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más frecuentemente implementados en esos contextos histórico-geográficos, consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen remontable a hechos muy extraordinarios.

Proceso formativo

En general se piensa que habría sido formada con el expreso fin de cultivar la fe de los judíos piadosos que se comunicaban en lengua griega clásica comunitaria; ya que en aquella época residía en Alejandría una muy nutrida y numerosa Comunidad Judía. Aun cuando la orden provino del rey Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a.C.), uno de los fines de aquella encomienda era proveer de un compendio de textos sagrados judíos a la Biblioteca de Alejandría.

Para su formación, varios de los escritos sagrados judíos debieron ser vertidos a una lengua distinta de sus originales hebreos y arameos, (y en su caso concreto, al griego). Su redacción fue iniciada en el Siglo III a.C. (c. 280 a.C.), y se concluyó a finales del (c. 200 a.C.). El Libro de la Ley, Torah, o Pentateuco, habría sido traducido en esa misma época, y el resto del trabajo se completó en las dos á tres centurias subsecuentes. El filósofo judío Aristóbulo, que vivió en Alejandría durante el reinado de Ptolomeo VI Filometor (181-145a.C.), confirma este dato al referirse a ella en una carta al rey en los siguientes términos: "[...] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (el Pentateuco), en los tiempos del rey Filadelfo, ancestro vuestro [...]".

Una escuela de traductores se ocupó de vertir el Libro de los Salmos [de David], en Alejandría, hacia 185 a. C. Más tarde tradujeron los Libros de Ezequiel y Jeremías, así como el Dodecaprofetón, o Libro de los XII Profetas [Menores]. Más tarde tradujeron los escritos históricos: (Josué, Jueces y Reyes), y, luego, finalmente, el Libro de Isaías. El Libro de Daniel fue traducido alrededor del año 150 a.C.; aunque no se conoce exactamente la fecha y el lugar de estas traducciones. Algunos eruditos sitúan en Palestina, durante el Siglo I de la Era Cristiana, la traducción al griego de los libros de Ester, Ruth, Eclesiastés, Lamentaciones, y el Cantar de los Cantares, acaso por Aquila.

Los escritos y textos hebreos y arameos que sirvieron de base para la formación de la Biblia Septuaginta carecían de grafemas dotados de valores fonéticos vocales, capitalización (alternancia mayúsculas/minúsculas), signos de puntuación y acentuación, algunos ciertos tipos de conectores lógicos, y algunas conjunciones, artículos, prefijos y sufijos adverbiales o preposicionales. (Más tarde, se agregó algunos signos con valores fonéticos vocálicos, surgiendo así el llamado Texto Masorético). Estos antecedentes podrían contribuir a explicar algunas diferencias interpretativas entre la Biblia Griega de los LXX y el texto hebreo-arameo conocido, y el hecho de que algún tiempo después, en ambientes judíos, se hubiera procedido a tratar de corregir la Biblia Alejandrina a fin de asimilarla a este último.

Esta compilación de textos y de escritos sagrados judíos traducidos al griego fue, desde un principio, bastante socorrida para ilustrar la fe de las comunidades judías de la Diáspora, permitiendo el acceso a los textos sagrados de sus antecesores, a los judíos piadosos que no hablaban hebreo, ni arameo; y existe el testimonio demostrado de que los redactores del Nuevo Testamento, citaron el Antiguo Testamento de acuerdo a la Septuaginta.

Ampliaciones

La Biblia Septuaginta contiene 24 á 39[1] de los textos sagrados hebreos y arameos recibidos del judaísmo palestino, y algunos otros textos probablemente redactados de forma original en lengua griega.

Y, además de los textos hebreos y arameos incluidos en la Tanach judía, que constituyen parte del núcleo principal del Viejo Testamento del común de las Biblias cristianas (católica, ortodoxa, protestante, etc.), la Biblia Septuaginta incluye de manera original los textos subsecuentes, que han sido omitidos por la Tanach judía hebreo-aramea, pero que han sido sagrados al menos para una considerable parte de las comunidades históricas judías, y, en diferente número, de las comunidades cristianas ortodoxas y orientales, siríacas y cópticas, así como católicas romanas:

  1. El Libro I de Esdras, o, según la Vulgata Latina, III de Esdras (E)
  2. El Libro de Tobit, o, según la Vulgata Latina, de Tobías (EW)
  3. El Libro de Judit (EW)
  4. Variantes aditivas y/o substitutivas mayores consistentes, con textos, expresiones y pasajes religiosos en el Libro de Ester (EW)
  5. El Epílogo Griego del Libro de Ester (EW)
  6. Los Libros I y II de los Macabeos (EW)
  7. El Libro III de los Macabeos (E)
  8. El Libro IV de los Macabeos (F)
  9. El Epílogo Griego del Libro de Job (EH)
  10. El Libro de las Odas, que incluye, entre otros textos retomados, la Oración de Manases, y el Himno Matutino (FE’O’N’L’)
  11. El Epílogo Griego, o Capítulo 151 del Libro de los Salmos [de David] (E)
  12. Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos [de David] (E)
  13. El Libro de los Salmos de Salomón (F)
  14. El Libro de la Sabiduría de Salomón (EW)
  15. El Libro de la Sabiduría de Jesús de Sirac, comúnmente llamado Sirácides, y, también, el Sirácida, o el Eclesiástico (EW)
  16. El Prólogo Griego de este Libro Eclesiástico (EW)
  17. El Libro de Baruc (EW)
  18. La Carta de Jeremías, o, según la Vulgata Latina, el Capítulo 6 del Libro de Baruc (EW)
  19. El Epígrafe Griego a la Carta de Jeremías, o, según la Vulgata Latina, al Capítulo 6 del Libro de Baruc (EW)
  20. El Epígrafe Griego al Capítulo 1 del Libro de las Lamentaciones (E)
  21. La Historia de Susana, o, según la Vulgata Latina, el Capítulo 13 del Libro de Daniel (EWT)
  22. La Historia de Bel y el Dragón, o, según la Vulgata Latina, el Capítulo 14 del Libro de Daniel (EWT)
  23. La Oración de Azarías, o, según la Vulgata Latina, el pasaje Daniel 3:24-50 (EWT)
  24. El Cántico de los 3 Jóvenes, o, según la Vulgata Latina, el pasaje Daniel 3:51-90 (EWT)
  25. Variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los textos, pasajes y capítulos del Libro de Daniel (FH)
  26. Variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los Libros del Viejo Testamento, y, muy en especial, a los Libros de Job, Samuel, los Reyes, Proverbios, Isaías, y Jeremías (EH)

Algunas breves siglas:

  • (F) Incluido completo sólo en el Canon Lleno de la Antigua Biblia Judía Griega Alejandrina
  • (E) Incluido en el Canon Amplio Oriental del Viejo Testamento, seguido por las Biblias propias de las Iglesias Cristianas Ortodoxas, y de las Iglesias Cristianas Orientales
  • (W) Incluido en el Canon Amplio Occidental del Viejo Testamento, seguido por las Biblias propias de la Iglesia Católica Romana
  • [H] Excepto en los casos anteriormente indicados, comúnmente se sigue el Texto Hebreo-Arameo
  • (T) Incluso en los casos anteriormente indicados, comúnmente se sigue la Edición Griega de Teodoción
  • (E’) Sólo parcialmente incluido en el Canon Amplio Oriental del Viejo Testamento, seguido por las Biblias propias de las Iglesias Cristianas Ortodoxas, y de las Iglesias Cristianas Orientales
  • (O’) Parcialmente extractado y retomado del Viejo Testamento
  • (N’) Parcialmente citado y retomado en el Nuevo Testamento
  • (L’) Parcialmente citado y retomado en la Liturgia Católico-Ortodoxa

Historia del texto

Los manuscritos más antiguos de los LXX conocidos hasta ahora, son fragmentos del Siglo II a.C., del Levítico y Deuteronomio (Rahlfs, Núms. 801, 819, y 957), y fragmentos del Siglo I a.C. del Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio y los profetas menores (Rahlfs, Núms. 802, 803, 805, 848, 942, y 943). En Qumrán fueron encontrados rollos con fragmentos griegos de Levítico (4Q119-120), Deuteronomio (4Q120, 122) Números (4Q121), Éxodo (7Q1), y de la Carta de Jeremías (7Q2).

Como la traducción del conjunto de libros incluidos en la Septuaginta fue un proceso que duró por décadas, y fue realizado a partir de versiones hebreo-arameas con ciertas diferencias, y debido también a las variantes de los copistas, se observan variaciones entre los fragmentos y códices encontrados.

Durante muchos siglos, los estudiosos bíblicos pensaron que todas las variantes, textuales y canónicas, entre la Septuaginta y la Tanach, habían sido propias de la Septuaginta, así como el producto de malas traducciones, o el desconocimiento cabal de la Tanach, así como de errores de copistas. Sin embargo, a partir de los descubrimientos de Qumrán, cuando los estudiosos finalmente tuvieron a su alcance los rollos manuscritos del Mar Muerto, pudieron darse cuenta de que esas variables que hay en la Septuaginta, se hallaban reflejadas con gran fidelidad en manuscritos hebreos bastante más antiguos que las formas actuales derivadas del texto masorético, que data de los Siglos I y II de la Era cristiana.

Una lectura atenta de los Códices griegos revela que los textos asentados en la Biblia LXX representan fielmente, con certeza total, textos en un estado carente de un estilo pulido y acabado, mucho más primitivo, primario y primigenio, que el actual texto hebreo-arameo masorético, bastante más pulido, editado, corregido y mejorado en el curso de los siglos posteriores. Y tales diferencias se perciben de un modo sumamente especial en libros que presentan variantes consistentes en el orden de versos, ideas inacabadas, faltas de pulimento, en la versión LXX de los Libros de Job, Samuel, los Reyes, Proverbios, Isaías, Jeremías, y Daniel. El texto masorético refleja numerosas correcciones en términos de estilo, orden de ciertos versos, y redondeo de ideas que no habían sido digeridas del todo en la Septuaginta.

Durante el Siglo I, el judío Teodoción hizo una revisión de la Biblia LXX, tratando en lo posible de hacerla coincidir con los textos hebreo-arameos protomasoréticos, incluyendo ediciones tardías que para esa época ya habían sido editadas por la Escuela de Fares. Entre el 123 y el 130, Aquila de Sinope hizo una nueva traducción, siguiendo de manera literal textos hebreos. Símaco hizo una nueva traducción hacia el año 170, que buscaba mejorar la calidad de la redacción griega.[2] Hasta ese entonces, los libros bíblicos considerados como "Escrituras", circulaban por separado.

En el Siglo III, Orígenes compuso la Hexapla, cuyas seis columnas comparaban versiones enteras del Antiguo Testamento, y la quinta columna correspondía a la antigua de la Septuaginta, de la cual, cotejada con las nuevas traducciones, hizo Orígenes una edición completa, en la que, con signos, indicó las diferencias con el texto hebreo, llenando las lagunas con la traducción de Teodoción.[2] Aunque la Hexapla como conjunto se perdió, se conservan fragmentos importantes. Otras ediciones de la Septuaginta, han sido atribuidas a Hesiquio, y a Luciano de Antioquia.[3]

Los manuscritos bíblicos extensos más antiguos que contienen la Biblia Septuaginta en la parte de sus textos correspondiente al Antiguo Testamento, son el Códex Sanaíticus y el Códex Vaticanus, del Siglo IV, y el Códex Alexandrinus, de la primera mitad del Siglo V. Existen algunas diferencias textuales, de número y de orden de los libros, entre estos tres Códices: El Códex Sinaíticus omite algunos textos, aún protocanónicos, e incluye I y IV Macabeos, y algunos pasajes del Libro de Enoc. El Códex Vaticanus omite los cuatro Libros de los Macabeos, e incluye, entre los textos del Nuevo Testamento, el Pastor de Hermas y la Epístola de Bernabé. Y el Códex Alexandrinus incluye los cuatro Libros de los Macabeos, el Libro de las Odas y el Libro de los Salmos de Salomón.[2]

Septuaginta

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Hay varias características que distinguen a la LXX cuando se compara con el texto masorético del Antiguo Testamento hebreo.

Una de ellas es la presencia de parejas o sinónimos colocados juntos para traducir una sola palabra hebrea.

Otra es que la LXX repetidas veces evita la representación antropomórfica de Dios. Esta tendencia era muy característica de algunos judíos de Alejandría de mentalidad más filosófica.

Otra diferencia entre la LXX y el texto masorético es la disposición de algunas secciones.

Hay una secuencia diferente en el material de Éxodo 35-39, 1 Reyes 4-11 [3 Reyes en la LXX], la última parte de Jeremías y el final de Proverbios.

Esta tendencia de la LXX también se extiende a la disposición de los libros, que difiere del orden tradicional hebreo de la Ley, los Profetas y los Salmos.

Aunque los manuscritos de la LXX varían algo en detalles en cuanto a su orden, por lo general siguen la disposición que se conserva en las Biblias actuales en castellano.

En cuanto a los libros apócrifos, 1 Esdras precede a Esdras; Sabiduría, Eclesiástico, Judit y Tobías preceden a Isaías; Baruc sigue a Jeremías, y los libros Primero y Segundo de los Macabeos siguen a Malaquías. Job se halla entre Cantares y Sabiduría; Ester, con sus añadiduras apócrifas, está entre Eclesiástico y Judit, y Daniel está acompañado por Susana, y Bel y el dragón.

La diferencia más interesante de todas entre la LXX y el texto tradicional hebreo es, quizá, que algunos pasajes que aparecen en griego no existen en hebreo, mientras que otros que se han conservado en hebreo no aparecen en griego.

La extensión de esas variantes difiere: en el Pentateuco los dos textos son muy similares, pero en el libro de Daniel la LXX es muy diferente del texto masorético hebreo.

Debido a esta gran discrepancia, la iglesia primitiva rechazó la traducción de la LXX de Daniel y en su lugar colocó la traducción hecha por Teodoción en la última parte del siglo II d. C.

El libro de Daniel en la LXX se usaba tan poco, que hoy sólo han quedado dos manuscritos griegos: una copia entre los papiros de Chester Beatty, del siglo II o III, y el manuscrito o Códice Quisiano, aproximadamente del siglo X.

La presencia en la LXX de material que no está en el texto hebreo tradicional comprende no sólo pasajes aislados sino también libros, pues la LXX contiene los libros que ahora los protestantes conocen generalmente como apócrifos (ver posteos 5.01. a 5.13).

Sin embargo, la inclusión de esos libros añadidos al parecer no se debe a un canon hebreo diferente del masorético, sino a que los judíos helenísticos aceptaron los libros que fueron rechazados por sus hermanos de Palestina que eran más conservadores.

Los descubrimientos de manuscritos en Khirbet Qumrán han despertado un nuevo interés en el estudio de la LXX, pues allí se encontraron varios fragmentos hebreos del Antiguo Testamento, cuyo texto está mucho más cerca de la LXX que del texto tradicional hebreo conservado en otros Rollos del Mar Muerto y por los masoretas.

Si bien es cierto que todavía debe determinarse el significado pleno de estos hallazgos de textos hebreos semejantes a la LXX, esto parece indicar que por lo menos algunas de las diferencias entre los textos griego y hebreo hasta ahora conocidas no son meramente el resultado de malas traducciones o de una tarea hecha con descuido, sino que más bien se basan en originales hebreos diferentes.

Es evidente que por lo menos ya en el siglo I a. C. circulaba más de una clase de textos hebreos. Esto hace suponer, además, que uno de ellos representaba el que se conserva en la LXX, y otro, al que se encuentra en la mayoría de los Rollos del Mar Muerto y en el texto masorético; sin embargo, las conclusiones finales acerca de la relación de estos textos deben esperar una investigación más amplia.

Septuaginta - ¿Qué es?

La Septuaginta (a veces abreviada LXX) es el nombre dado a la traducción griega de las Escrituras judías. . La Septuaginta tuvo su origen en Alejandría, Egipto y fue traducida entre el 300 y el 200 AC. Usada ampliamente por los judíos helenísticos, esta traducción griega se produjo pues muchos judíos dispersados por el imperio comenzaron a perder su idioma hebreo. El proceso de traducción del hebreo al griego le permitió a muchas personas no judías echar una ojeada al judaísmo. De acuerdo a un documento antiguo llamado La Carta de Aristeas, se cree que entre 70 Y 72 estudiosos judíos fueron comisionados durante el reino de Ptolomeo Philadelphus para llevar a cabo esta traducción. El término “Septuaginta” significa setenta en latín, y se le llamó así al texto para darle crédito a estos 70 estudiosos.

Septuaginta – Influencia en el Cristianismo

La Septuaginta fue también un recurso del Antiguo Testamento para los cristianos de los primeros siglos después de Cristo. Muchos cristianos primitivos hablaban y escribían griego, por tanto se dejaban llevar por la Septuaginta para la mayor parte de su entendimiento del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento también fue influenciado por la Septuaginta ya que la mayor parte de las citas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento son citas directas de la Septuaginta (también hay citas de los textos hebreos. Los padres griegos de la iglesia cristiana también son conocidos por citar la Septuaginta. Hoy día, la Iglesia Ortodoxa Oriental también basa sus enseñazas del Antiguo Testamento en la Septuaginta. Algunas traducciones modernas de la Biblia también usan la Septuaginta junto a textos hebreos como su recurso.

Septuaginta - ¿Qué contiene?


La Septuaginta contiene los 39 libros del canon del Antiguo Testamento así como algunos libros apócrifos. El término “Apócrifa” fue acuñado por el estudioso de la Biblia del siglo quinto, Jerome, y generalmente se refiere a un grupo de antiguas escrituras judías escritas durante el período del último libro de las Escrituras Judías, Malaquías, y la llegada de Jesús Cristo. Los libros apócrifos incluyen a Judith, Tobita, Baruc, Dirac (o Eclesiástico), la Sabiduría de Salomón, 1 y 2 de Macabeos, los dos libros de Esdras, anejos al libro de Ester, anejos al libro de Daniel, y la Oración de Manases.

Los libros apócrifos fueron incluidos en la Septuaginta por motivos históricos y culturales pero no han sido reconocidos como canónicos (inspirados por Dios) por los judíos ortodoxos o los cristianos protestantes. Muchos maestros de la reforma hacen notar que los escritores del Nuevo Testamento nunca citan los libros Apócrifos y que la Apócrifa nunca fue considerada parte de la escritura canónica judía. Sin embargo, los Católicos Romanos y las iglesias Ortodoxas incluyen la Apócrifa en su Biblia (con la excepción de los libros de Esdras y la Oración de Manases)

Septuaginta - ¿Es una traducción confiable?


Desde que la Septuaginta es una traducción, estudiosos especulan si refleja con precisión las escrituras hebreas del siglo segundo AC. Un examen minucioso de la Septuaginta y el Texto Masorético (El texto Hebreo del Antiguo Testamento) muestra pequeñas variaciones. ¿Son estos errores de traducción? O ¿Están la Septuaginta y el Texto Masorético basados en diferentes manuscritos hebreos? El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto ha ayudado a traer luz sobre este asunto. Descubiertos en la región de Qumrn cerca del Mar Muerto a principios de 1947, estos rollos datan del 200 AC y contienen partes de cada libro del Antiguo Testamento con excepción del libro de Ester. Comparaciones entre los Rollos del Mar Muerto con el Texto Masorético y la Septuaginta demuestran que donde hay diferencias entre el Texto Masorético y la Septuaginta, aproximadamente el 95% de esas diferencias son compartidas entre los rollos del Mar Muerto y el Texto Masorético, mientras que sólo 5% de esas diferencias son compartidas entre los Rollos del Mar Muerto y la Septuaginta. ¿Significa esto que la Septuaginta no es confiable y que nuestro Antiguo Testamento ha sido forjado con fuentes contradictorias? No. Es imperativo notar que estas “variaciones “son extremadamente menores (i.e., errores gramaticales, diferencias de deletreo o palabras omitidas) y no afectan el significado de oraciones o párrafos. (Con excepción del libro de Jeremías, en el que pasajes completos están organizados de diferente manera. Ninguna de estas diferencias, sin embargo, se acerca para afectar ningún área de enseñanza o doctrina. La mayor parte de la Septuaginta, del Texto Masorético y de los Rollos del Mar Muerto es extraordinariamente similar y esto ha disipado teorías infundadas de que el Texto Bíblico ha sido corrompido con el tiempo y bajo conspiración. Más aún, estas variaciones no ponen en duda la infalibilidad de Dios al preservar Su Palabra. A pesar que los documentos originales son inequívocos, los traductores y los escribas son seres humanos y por lo tanto pueden cometer pequeños errores de traducción y al copiar (las reglas hebreas de los escribas testifican cuán exactos eran los escribas. Aún más la Biblia tiene redundancia dentro de su texto, y cualquier cosa importante es dicha más de una vez. Si los errores gramaticales en algún momento hacen que algo no esté claro, lo mismo es clarificado más adelante en otros lugares de la escritura.

Septuaginta – Evidencia Dramática para la Credibilidad de la Profecía Mesiánica


La Septuaginta y los Rollos del Mar Muerto establecen una pieza dramática de evidencia para el cristianismo – que las profecías del Antiguo testamento acerca de la venida del Mesías indiscutiblemente predatan la época en que Jesucristo caminó sobre la tierra. Todas las teorías del siglo primero DC acerca de conspiraciones y manipulación de profecías se caen cuando nos damos cuenta que escritura profética como Isaías 53 y el Salmo 22 estuvieron fijados en forma escrita por lo menos 100 años antes de Cristo y probablemente muchas más. Nuevamente, a pesar del tiempo, la persecución y las increíbles menores ocasiones de errores de los escribas, la Septuaginta es sólo otro ejemplo de cómo el texto Bíblico se ha mantenido fiel en su mensaje y su tema. La Santa Biblia es verdaderamente una carta preservada divinamente inspirada por Dios y merece nuestro tiempo y atención.

“Secase la hierba, marchitase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” (Isaías 40:8)

Jorge Madrigal Q.
911 Salvación,
Rescatando almas para Cristo.

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